A finales de los años 1990, el entonces presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari había concluido exitosamente la renegociación de la deuda externa y ya tenía la vista puesta en su próximo objetivo: firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos para impulsar el crecimiento económico del país. . Con un posgrado de Harvard, Salinas de Gortari consideró esta una oportunidad para impulsar las condiciones económicas de México. Al amanecer de la década de 1990, nació el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Los medios mexicanos de la época informaron sobre las promesas de crecimiento que encierraba el acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá en términos de ingresos fiscales, inversiones y exportaciones. Incluso frenaría la migración, dada la promesa de más empleos en los tres países firmantes. Después de casi cuatro años de negociaciones, lobby y redacción, la ambiciosa iniciativa fue aprobada por ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos en noviembre de 1993, así como por el Congreso mexicano. A pesar de la oposición de muchos sectores, especialmente de los sindicatos, el TLCAN, ahora reutilizado como T-MEC — fue declarado un triunfo, y finalmente obtuvo luz verde el 1 de enero de 1994, con la eliminación de 5,900 partidas arancelarias en México y la modificación de unos 20 artículos de la Constitución.

Treinta años después, el acuerdo comercial tiene sus pros y sus contras para México. Los expertos coinciden en que, durante este período, México se ha posicionado como ensamblador y exportador a América del Norte, pero se ha quedado corto en otras áreas como la innovación y el crecimiento.

Adolfo Laborde, experto en comercio internacional, explica que el acuerdo se alcanzó en un momento de liberalización económica en México, que comenzó en 1986 con el ingreso de México al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) y que continuó con más privatizaciones y no nacionalizaciones. “La intención era darnos un impulso económico, mediante la instalación de un gran número de maquila —fábricas para ensamblar productos manufacturados, básicamente productos de China, Japón y luego de Corea y Estados Unidos”, dijo.

Laborde agrega que si bien las exportaciones mexicanas se triplicaron, varios sectores también resultaron dañados. A su juicio, la política industrial desapareció y con ella una gran cantidad de productos manufacturados mexicanos. “Con la renegociación de 2020 las cosas han evolucionado; es otro tipo de tratado, pero el espíritu del libre comercio sigue intacto”.

El tratado significó la introducción de un modelo de crecimiento liderado por las inversiones y las exportaciones, y se hizo especial hincapié en atraer inversión extranjera. Según estadísticas oficiales, la inversión extranjera en México ascendió a sólo 4.900 millones de dólares en 1993. Para 2023, la cifra de inversión extranjera directa superó los 36.000 millones de dólares.

Uno de los sectores que más se ha beneficiado en México ha sido la industria automotriz. En 1993 existían 10 plantas de fabricación de vehículos y motores, representadas por cinco marcas; tres décadas después existen más de 37 plantas operando en México, con una capacidad instalada para producir más de 5 millones de vehículos al año. Las cifras comerciales muestran exportaciones anuales de más de 3,2 millones de vehículos, de los cuales más del 80% van a EE.UU.

A pesar de las elecciones de este año en México y Estados Unidos, el comercio entre los países se ha fortalecido. México siguió siendo el principal socio comercial de Estados Unidos, superando a Canadá y China con exportaciones de enero a octubre por un total de más de 424 mil millones de dólares, lo que representa más del 80% de las importaciones estadounidenses. Además de vehículos terminados y autopartes, las empresas con sede en México suministran a Estados Unidos equipos mecánicos, equipos médicos, refrescos, licores, vinagre y frutas. También es su segundo proveedor de electrodomésticos y sus repuestos, combustibles minerales y muebles.

Pero el panorama de crecimiento y consolidación es menos seguro desde el 5 de noviembre, cuando el republicano Donald Trump ganó las elecciones presidenciales. Trump ha amenazado con aranceles y una revisión más dura del T-MEC si considera que ya no beneficia a Estados Unidos. Ante la escalada de tensiones comerciales entre EE.UU. y China, Trump no dudará en poner en riesgo el acuerdo estratégico del bloque norteamericano.

Aunque Trump aún no ha asumido su cargo, el gobierno de Claudia Sheinbaum en México ya saltó en defensa del T-MEC. Hace unas semanas, el Canciller Juan Ramón de la Fuente se reunió en Nueva York con importantes inversionistas estadounidenses para discutir el futuro del acuerdo, y destacó que México y Estados Unidos son socios, amigos y vecinos. Esta postura ha sido reforzada por el secretario de Economía de México, Marcelo Ebrard.

El empresario mexicano Francisco Cervantes Díaz, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), calificó el T-MEC como el mejor acuerdo para las economías norteamericanas. “Vamos a salir bien parados”, afirmó. “Llevamos 30 años del Tratado de Libre Comercio y siempre hemos demostrado capacidad de entendimiento”, afirmó.

Aunque existe una defensa unida del T-MEC en México, el panorama no es del todo halagüeño. “El acuerdo está en riesgo; Trump puede tomar decisiones drásticas y afectar todo el proceso productivo, por eso al gobierno mexicano le preocupa tanto enviar las señales correctas para evitar que Trump utilice el narcotráfico, el crimen organizado y la migración como pretexto para afectar el tema del libre comercio”, dice Laborde. “Mientras tanto, México ya se ha posicionado respecto de China al anunciar su intención de desvincularse y producir lo que de allí se ha importado. Ante este escenario, nos encaminamos hacia un período de incertidumbre”.

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