La casa de Jabbar estaba llena de residuos químicos y botellas de químicos, mientras que una lista de artículos incautados por el FBI incluía una larga lista de compuestos utilizados para fabricar bombas.

Shamsud-Din Jabbarun terrorista de Nueva Orleans de 42 años que juró lealtad a ISIS, dejó atrás una escena escalofriante en su casa rodante en el norte de Houston, completa con materiales para fabricar bombasun Corán abierto a un pasaje que glorifica la violencia y signos de una vida que se precipita hacia el caos.
En el vídeo publicado por el New York Post, mostraba una mesa de trabajo en el dormitorio de Jabbar preparada para ensamblar explosivos. Cerca de allí, su Corán ocupaba un lugar destacado sobre una estantería, abierto en el versículo 9:111, que dice: “Luchan por la causa de Alá, matan y son asesinados; una promesa vinculante…” El verso, ampliamente interpretado como un llamado a la violencia por ideologías extremistas, arroja una sombra inquietante sobre sus ya siniestros actos.
El día de Año Nuevo, Jabbar condujo una Ford F-150 Lightning alquilada hasta el corazón de Calle Borbónacribillando a los juerguistas a las 3 de la madrugada en un espantoso alboroto. Catorce personas murieron, decenas resultaron heridas y el propio Jabbar murió en un tiroteo con la policía. Los investigadores federales lo han considerado un acto de terrorismo.
Una casa de banderas rojas
La casa rodante de Jabbar pintó un retrato sombrío de su descenso a extremismo. Residuos químicos y botellas llenaban la propiedad, con un inventario dejado por agentes del FBI que enumeraba compuestos comúnmente utilizados en la fabricación de bombas. Una alfombra de oración enrollada y numerosos libros islámicos insinuaban aún más su radicalización.

Sin embargo, la casa también mostraba huellas de su fragmentada vida personal. Un dormitorio trasero estaba repleto de juguetes infantiles y literas, restos de su papel como padre de dos hijas, de 15 y 20 años. En el dormitorio principal había una keffiyeh colgada en el armario, lo que indicaba su cambio ideológico.
Horas antes de su ataque, Jabbar les dijo a sus vecinos que se iba a Nueva Orleans para un nuevo trabajo en TI. La mentira pronto quedó al descubierto cuando el mismo camión blanco en el que se fue se convirtió en su arma de destrucción masiva.
La caída de un veterano
Jabbar, que alguna vez fue sargento del ejército, sirvió diez años, incluidos despliegues en Afganistán de 2009 a 2019. Pero después de dejar el servicio activo en 2015 y las reservas en 2020, su vida se desmoronó. Los problemas financieros derivados de dos divorcios, una carrera inmobiliaria fallida y luchas como especialista en TI marcaron sus años civiles.
A pesar de su comportamiento tranquilo, la radicalización de Jabbar tuvo raíces alarmantes. En vídeos publicados antes de su ataque, no sólo declaró lealtad a ISIS sino que también amenazó con asesinar a su propia familia. Su hermano menor, Abdur Jabbar, expresó su sorpresa: “Esto es más bien algún tipo de radicalización, no religión. Era realmente un encanto, un buen tipo, un amigo, muy inteligente y cariñoso”.
Un legado inquietante
El ataque de Jabbar dejó a una ciudad afligida y a una nación cuestionando las amenazas ocultas que acechaban en su interior. Desde su sórdida casa llena de explosivos hasta su trágica espiral hacia el extremismo, su historia subraya el peligroso atractivo de las ideologías radicales y el costo humano que dejan a su paso.



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