Estos tratados reflejan los esfuerzos de Moscú para recalibrar sus alianzas en medio de aislamiento global. Sin embargo, sus diferencias revelan los distintos enfoques del Kremlin para Teherán y Pyongyang, conformado por el valor estratégico de cada país a Moscú y sus prioridades geopolíticas.
Ambos tratados están anclados en respeto mutuo por la soberanía, una oposición compartida a la unipolaridad y las aspiraciones para un orden mundial multipolar. Sin embargo, sus objetivos y compromisos divergen significativamente.
Mientras que el Tratado de Rusia-Irán subraya la cooperación económica y política con objetivos estratégicos a largo plazo, el Tratado de Corea del Norte Rusia se centra más en las necesidades de defensa inmediatas. Estos contrastes destacan las estrategias matizadas que sustentan la política exterior de Moscú, ya que busca asegurar alianzas mientras navega por la dinámica regional compleja.
El tratado también enfatiza las medidas de seguridad colectiva, incluidas las consultas durante las crisis, alineando aún más a las dos naciones con las amenazas occidentales percibidas. En particular, el tratado describe una duración indefinida con la terminación que requiere un período de aviso de un año de cualquiera de las partes, agregando más peso a los compromisos de seguridad mutua de las dos partes.