A Miguel Vergara Blanco (Valladolid, 1993) no era bueno en los estudios, pero su padre supo motivarlo para terminarlos. «Si pasas la carrera te compro una moto», le dijo pensando que su hijo quería lo que cualquier joven de su edad deseaba. Pero Vergara fue diferente y en la sala de Administración y Dirección de Empresas y Marketing, con Matemáticas ya cubiertas, le prometió que terminaría a tiempo si le compraba unos bueyes. «Es lo más fácil que me puedes pedir. Es como A Fernando Alonso le dice su hijo que le enseñará a conducirY, aunque el piloto español aún no es padre, no parece difícil que cumpla su palabra.

Miguel Vergara padre, dueño del grupo cárnico que lleva su nombremantuvo su compromiso con una condición: «Mi padre es muy cuco y sabía que si me compraba los bueyes me daría el trabajo a medio hacer. Quería que aprendiera desde cero lo que significaba montar un negocio». «, explica Vergara, que tuvo que buscar los bueyes por toda España hasta reunir algunos de los mejores ejemplares».Me dio 1.500 euros por bueypero los compré más baratos y me fui de vacaciones con mis amigos», confiesa Vergara.

La jugada parecía maestra, pero la que hoy es CEO del Grupo Miguel Vergara Todavía tenía muchas lecciones que aprender. El más difícil de ellos llegó unos meses después. «Mi padre sufrió un infarto el verano en el que ingresé. Esade para hacer una maestría. Cuando le dieron el alta nos pidió que le acompañáramos a Santander para pasar un fin de semana con su familia. Pensé que íbamos a la playa, pero mi padre me pilló el primer día y me dijo que o lo ayudaba en la empresa o la vendía», cuenta Vergara.

No parecía una decisión fácil. ¿Podrías haberlo pensado?
Los médicos le habían dicho que o disminuía el ritmo o el siguiente infarto lo mataría. En esa conversación que tuvimos él y yo solos, en traje de baño, me mostró el organigrama de la empresa y me dijo que si no me hacía cargo de la situación no tenía sentido continuar. Había trabajado muchos veranos en la empresa y había pasado por todos los puestos, pero esto era diferente. Me dio una semana para pensarlo.
Él dijo que sí y recomendó a su hermana María que hiciera lo mismo.
Fue un año duro, pero lo recuerdo como el mejor de mi vida. Aprendí mucho. Recorrimos 150.000 kilómetros por España y no sé cuántos aviones cogimos. Mi padre quería mostrarme todo y visitar a todos los clientes y agricultores. Fue como hacer una maestría en un tiempo récord. Pero en todas las reuniones yo era hijo de y no estaba cómodo con esa situación. Durante el tercer año tuve la sensación de que ya no aprendía nada y mi padre no me dejaba tomar decisiones.
¿Es el paso entre generaciones lo peor de la empresa familiar?
Mi padre me dejó tomar decisiones sin importancia, como dónde comprar los periódicos (risas). Fue desesperante. Tenía todos los lujos a los que un joven podía aspirar. Casa, coche, un buen reloj… pero no era lo que quería. Le dije a mi padre que ya gozaba de buena salud y que yo ya no lo disfrutaba.
Le informé que dejaba la empresa. ¿No ardió Troya?
No, se lo tomó muy bien. Me fui a vivir a Inglaterra para aprender inglés y me advirtió: «Te cansarás y volverás a la empresa».
¿Tuvo razón?
Aprendí mucho más de lo que esperaba y no sólo de inglés, sino también de negocios y cuando regresé a España le dije que me incorporaría a la empresa si me permitía más. libertad. Él no aceptó y fundó una yeguada que tuvo cierto éxito.
Pero su padre recayó. ¿Viniste en su ayuda otra vez?
Por supuesto, ¿quién no lo habría hecho? Hoy somos carne y él me deja tomar las decisiones importantes. Entiendo que debe ser difícil renunciar al poder de una empresa que sientes tuya, pero es parte del proceso. Mi abuelo tenía una pequeña explotación ganadera que fundó en 1960 y fue mi padre quien la convirtió en el grupo que es hoy. Lo hizo sin tener educación alguna y vendiendo en diferentes países sin conocer el idioma. Tiene mucho mérito y, como hijo, tuve que darle tiempo para que soltara las riendas.
¿Cómo es hoy el Grupo Miguel Vergara -facturó 112 millones de euros en 2023, último dato disponible, y cuenta con más de 30.000 cabezas de ganado-?
Somos una empresa cárnica, pero también tecnológica y gracias a eso hemos mejorado nuestros procesos.
¿Algunos ejemplos?
Mi padre pensaba que tener una tienda online tenía sentido si te dedicabas a la moda. No creía que se pudieran vender filetes online y hoy se ha dado cuenta de la importancia de este canal. La tecnología nos ha ayudado a resolver problemas específicos del campo que de otro modo serían insuperables. Por ejemplo, es muy difícil contratar mano de obra para cuidar a los animales, por eso hemos instalado máquinas que, dirigidas por una sola persona, alimentan a todas las vacas y bueyes.
¿La familia Vergara sigue siendo ganadera?
Mi abuelo vivía arriba de la cuadra y yo no llegué tan lejos, pero vivo desde hace años en una granja donde tenemos vacas y bueyes que voy a ver todos los días. Somos ganaderos, como lo éramos en la época de mi abuelo, por lo que lo más importante sigue siendo el animal. No se puede vender buena carne si la vaca no está sana -Grupo Miguel Vergara certifica el bienestar de su ganado con el sello Welfair, que evalúa de forma independiente las condiciones de los animales, observándolos directamente a ellos y a su entorno; Esta certificación trabaja con más de 2.500 empresas, fomentando prácticas responsables en el sector agroalimentario. Pero el bienestar de nuestros empleados también es muy importante. Si no están contentos, no cuidarán bien al animal.
¿Y ganar dinero?
Si la empresa no es rentable, ni los animales ni los trabajadores tendrán asegurado su futuro. Mi abuelo creó la empresa para ganarse la vida; mi padre la hizo crecer y convertirse en alguien; y mi hermana y yo creemos que hay que profesionalizarlo para que tenga continuidad y aporte riqueza a la sociedad.
¿Significa esto que la familia tendrá menos papel en las decisiones de la empresa?
Si solo una persona toma las decisiones, el resto del equipo directivo se desmotiva y no se siente implicado en el proyecto. Una empresa como ésta tiene fecha de caducidad.
El pasado mes de julio adquirieron Valles del Esla, marca que pertenecía a la familia Álvarez -propietaria de Vega Sicilia-. ¿Has pensado también en vender?
Mi padre me obligó a trabajar en la empresa cuando era adolescente y lo odiaba. Prefería jugar al fútbol con mis amigos y discutía mucho con él por eso. Hoy es mi pasión y no se me pasa por la cabeza vender.
¿Le preguntas a tus empleados?
Prefiero trabajadores mediocres con ganas de aprender que contratar a un genio con ideas preconcebidas. Busco gente que sienta los colores.
¿Importa el apellido?
Es más difícil no tomar decisiones y por esa pasividad la empresa no crece.
�Alg�n su�o?
Ten un hijo al que puedas llamar Miguel Vergara.



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