Por Sigrun Hvalvik

UNA fría mañana de enero, un galgo llamado Luna llegó cojeando a un pueblo, con las costillas sobresaliendo tras semanas sin comer. Una vez apreciada por su velocidad durante la temporada de caza, la habían descartado como una vieja herramienta.

La historia de Luna no es única: es el destino de miles de galgos. Cada año, decenas de miles de perros de caza, principalmente galgos y podencos, son abandonados o asesinados en España. Si bien estas elegantes criaturas alguna vez representaron lealtad y velocidad, muchas ahora enfrentan hambre, abuso o algo peor cuando termina la temporada de caza.

¿Cómo puede una nación tan rica en cultura como España permitir que una de sus razas de perros más emblemáticas sufra en silencio? ¿Qué dice de una sociedad que sus compañeros más leales sean descartados en el momento en que ya no sean útiles? En España, la difícil situación de galgos y podencos plantea preguntas incómodas sobre la tradición, la ética y el progreso.

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Tradición y cultura

La caza con galgos y podencos ha formado parte de la vida rural española durante siglos. Estos perros son apreciados por su velocidad, resistencia y habilidad, lo que los convierte en herramientas esenciales para los cazadores. Sin embargo, en muchas zonas rurales los animales todavía son vistos principalmente como utilitarios más que como compañeros, lo que determina cómo se trata a estos perros. Después de la temporada de caza, miles de galgos y podencos se consideran inútiles o demasiado costosos de mantener. En lugar de realojarlos, a menudo se les abandona, se les descuida o se les asesina, a menudo de forma muy brutal.

Muchos cazadores crían sus propios perros en grandes cantidades para producir un compañero de caza completo. Esto provoca un exceso de oferta de perros, y aquellos que no cumplen con los estándares de caza deseados, debido a su edad, lesiones o temperamento, son descartados. Debido a que la cría está tan extendida y es tan económica, a menudo es más fácil para los cazadores simplemente criar perros nuevos cada año que cuidar a los más viejos. Esto perpetúa un ciclo de sobrecruzamiento, negligencia y abandono. La mentalidad cultural aquí está ligada a la tradición. Los perros son vistos como herramientas prescindibles, no como compañeros para toda la vida. Algunas tradiciones incluyen prácticas horribles para deshacerse de los galgos después de la temporada de caza.

HORROR: Los perros quedan colgados

Los cazadores abandonan perros en zonas remotas; cuelgan a los galgos del cuello con los pies apenas tocando el suelo. Permanecen colgados durante días antes de morir finalmente de hambre y sed. Otros métodos son arrojar perros a agujeros en el suelo sin comida ni agua, golpearlos o apedrearlos hasta matarlos, o atarlos en bolsas de basura de plástico y enterrarlos vivos. Algunos son abandonados en el campo, a menudo con un palo entre las mandíbulas para que no puedan comer ni beber, y poco a poco mueren de hambre. Estos actos crueles pueden estar asociados a una superstición de que la próxima temporada de caza será más fructífera y está arraigada en la tradición.

En algunas zonas rurales hay resistencia a la crítica externa, ya que puede verse como un ataque a la cultura española. Muchos cazadores argumentan que el uso de galgos y podencos es una tradición orgullosa, y cualquier crítica al trato que dan a los perros es recibida con una actitud defensiva. Esta mentalidad cultural puede dificultar la aplicación o el fortalecimiento de las leyes de bienestar animal, especialmente cuando cuestionan prácticas de larga data.

En febrero de 2023, el gobierno español aprobó una ley de bienestar animal muy esperada, como regular la cría y venta de animales y aclarar las condiciones mínimas de vida en las que es legal tener una mascota. Sin embargo, los perros de caza están exentos de esta normativa. Esto refleja la influencia de las tradiciones de caza en la política y la gobernanza local, donde la caza se considera una importante actividad cultural y económica. Si las normas de tenencia responsable que ahora se aplican a todos los dueños de perros fueran aplicables también a los dueños de galgos y podencos, cualquier abuso o maltrato se castigaría con multas y quizás prisión.

Es importante reconocer que el sufrimiento de galgos y podencos no es representativo de todos los cazadores ni de todos los españoles. Muchas personas y organizaciones en España están trabajando para abordar este problema, abogando por cambios en la forma en que se practican las tradiciones y promoviendo el trato ético de estos animales. Sin embargo, para abordar plenamente el problema, es necesario desafiar las normas culturales y ofrecer soluciones prácticas que respeten la tradición y al mismo tiempo mejoren el bienestar animal. Esta interacción entre tradición y sufrimiento hace que el tema sea particularmente complejo, pero también representa una oportunidad para modernizar y desarrollar prácticas de larga data.

Me ha conmovido profundamente (y me he involucrado) la difícil situación de los galgos y podencos en España. Al mismo tiempo, me ha impresionado abrumadoramente el extenso trabajo que se realiza para mejorar su situación; particularmente por el trabajo que se realiza en los refugios españoles para salvar y rehabilitar físicamente y sanar emocionalmente a estos nobles y gentiles perros. Mi preocupación por los perros de caza españoles surge de una combinación de empatía, valores compartidos y un sentido de responsabilidad global por el bienestar animal.

Aquí hay algunas razones por las que yo, una mujer noruega, me preocupo por los perros de caza en España y apoyo el trabajo que se realiza por ellos.

  • La compasión por los animales trasciende fronteras. El sufrimiento de galgos y podencos no es sólo un problema español. Es un reflejo de cómo nosotros, como humanos, tratamos a los seres vulnerables que nos pertenecen. Reconocer su dolor y abogar por el cambio es un acto de solidaridad con estos animales sin voz, tal como cuidaríamos de los animales maltratados en nuestro propio país.
  • En Noruega, existe un fuerte énfasis cultural en los derechos y el bienestar de los animales. Galgos y podencos sufren de maneras que se considerarían inaceptables según los estándares noruegos, como el abandono, la negligencia y prácticas crueles como el ahorcamiento o el hambre. Si estos valores importan en casa, ¿por qué no iban a importar en el extranjero?
  • Los desafíos que enfrentan los galgos y podencos, la sobrecría, el abandono y la negligencia no son exclusivos de España. Son parte de un problema global por la forma en que los animales a menudo son tratados como productos desechables. Al defender a estos perros, se contribuye a un movimiento más amplio por el tratamiento ético de los animales en todo el mundo.
  • Para mí defender y apoyar a los galgos y podencos supone una realización personal. Puedo marcar una diferencia en las vidas de criaturas vulnerables y expuestas.
  • Galgos y podencos no son sólo herramientas de caza. Son perros inteligentes, leales y cariñosos que merecen vivir una vida digna. Las familias que adoptan a estos perros los describen como mascotas maravillosas. Al cuidar y crear conciencia se puede contribuir a cambiar la percepción de estos animales de herramientas a compañeros valiosos.

Imagínense una España donde galgos y podencos sean celebrados no sólo por su velocidad sino por sus vidas. Una España donde todo perro de caza encuentra un hogar una vez finalizada la temporada. Esta visión es posible, pero sólo si afrontamos la realidad actual.


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